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María es una niña cuadripléjica con rasgos autistas, juega con Mora, una Golden. Al principio la niña no podía estirar ni movilizar su mano y pie. Con sus juegos y a través de los lengüetazas permanentes que la perra le disponía tanto en la mano como en los pies, se logró que la niña comience a sujetar objetos con su mano, además de aumentar la capacidad y los tiempos de atención.
Roberto (niño autista), al comenzar la terapia se encontraba en un encierro típico de la patología.
Dreamer, un labrador, poco a poco, logra que el niño lo acepte, y permita estar junto a él. Le trae varios juguetes, elegidos por el propio perro. No pasaba nada. El perro después de un rato de tener su cabeza apoyada en el regazo del pequeño, se levanta y trae un trozo de correa y se la coloca en la mano a Roberto, quien sujeta un extremo, hasta ese momento, el niño no había tomado conciencia de la existencia del perro, quien al instante comienza a tirarla suavemente, y el niño responde del otro extremo de la correa. Este juego llevo a elevar la mirada del niño hacia los ojos de Dreamer, un gigante y de corazón y alma. Ahí comenzó realmente el tratamiento.
Karina (16 años), cuyo diagnóstico de derivación era psicosis, no hablaba y se alejaba siempre del grupo. Delfina una de las labradoras, la iba a buscar y la traía al grupo, tomándole de la mano suavemente con su boca. Cada vez que la mirada de Karina se fijaba en algún punto, Delfina le llenaba la cara de lengüetazas o comenzaba a oprimirle la mano sin lastimar.
En las caminatas notamos que Karina comenzaba a hablar muy bajito con Delfina, contándole cosas. Estos nos permitió acercarnos a la joven y poder basar el tratamiento en las cosas que le contaba a la perra. |
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