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Pero al depósito de la calle Zepita también llegaron dos labradores color chocolate. Uno de ellos se llama Barrabás, que tiene dos años y ojos de un extraño color amarillo. El perrito, de cara dulce y 35 kilos, tiene que detectar narcóticos (marihuana, cocaína ...). Y su rutina consiste en revisar autos, contenedores o participar de todo tipo de allanamientos.
Cuando encuentra droga comienza a ladrar de una manera desaforada para que le den su paga -que obviamente no es nada de lo que encontró- sino un simple juguete.
Su guía en la Gendarmería es Jorge Acelbón: "El jamás podría atacar a nadie, sólo quiere jugar. Por eso se esmera en trabajar, para recibir su premio", explica orgulloso el hombre uniformado de verde.
Chance y Mía, los ojos de dos hermanos ciegos
Chance y Mía ya viajaron en avión, barco, subte, colectivo. Pasearon por shoppings, comieron en restoranes, soportaron colas en bancos, y esperaron turno en dentistas y peluquerías. También conocen playas, montañas y varios países. Y sólo tienen 3 y 4 años. Es que Chance y Mía son labradores muy especiales: son los incondicionales compañeros de Alberto y Ana Bravo, dos hermanos ciegos de 50 y 51 años.
Los perritos fueron educados y entrenados en la Michigan Leader Dog School durante un año. En ese tiempo hicieron todo lo que un humano puede llegar a hacer, y más. Es que en su andar deben aprender a medir las distancias y los riesgos de ellos mismos y de la persona que tienen a su lado. El trabajo de aprendizaje no es simple, y por eso el entrenamiento de cada uno de estos perros cuesta 25.000 dólares.
Pero Alberto y Ana no tuvieron que pagar ni un peso para traérselos: "Es importante que la gente sepa que existe esta fundación, que entrena 300 perros por año y hay una cantidad para repartir a países de América latina", explica Alberto.
Y dan su teléfono para informes: 15-4088-5595. |
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